Accedemos al interior, y aparece en primer término una antigua barra de madera, donde ya nos podemos apoyar y degustar los vinos y el exquisito tapeo jerezano. Manzanillas, jereces, vinos del Condado de Huelva y todos los vinos andaluces reposan en los anaqueles. Tras ella, vetustos carteles taurinos en las paredes y viejas fotografías de célebres toreros nos revelan una antigua vocación taurina de este especialísimo bar.
Todo Jerez pasa por La Moderna. Su encanto radica en su sencillez y autenticidad. La decoración está formada por los propios elementos constructivos, con la excepción de los antiguos carteles de corridas de toros y fotos en blanco y negro de algunos diestros. El ajetreo en este bar comienza ya por la mañana, con el servicio de infinidad de cafés con su tosta de manteca colorá. Sigue con el pinchito de tortilla de media mañana y continúa con el aperitivo, en el que la tapa estrella son las lagrimitas de pollo. La tapa consiste en pequeños pedazos de pollo guisados con vino tinto, que quedan muy tiernos y con un gusto vinoso muy bueno.Pero no queda ahí la oferta gastronómica, que se compone de lo mejor del tapeo jerezano: chicharrones, chacinas ibéricas y quesos muy viejos. No se puiede pasar por Jerez sin entrar a tomar un fino o una cerveza en La Moderna y disfrutar de la charla de sus parroquianos y de esos silencios únicos de los viejos bares andaluces. En la calle Larga, número 67, se halla esta maravilla.
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