En una celebración donde todos deben disfrutar y nadie estar demasiado ocupado, sugiero un menú elaborado unas horas antes y enfriado en nevera. Para servir en frío, ligero y fácil, y para todos los bolsillos.
Empecemos por los entrantes. Aconsejo los indispensables langostinos, bien fríos, acompañados por una salsa mayonesa y una vinagreta. Económicos y deliciosos. Mejor cómprelos ya cocidos, así evitamos el trabajo de encontarlos bien frescos. Algunas superficies comerciales de cierto nivel, los ofrecen ya cocidos, en su punto de sal y cocción. Siempre se cuecen langostinos en buen estado y se elaboran correctamente. Aconsejo un vino blanco, bien frío, y en abundancia, y si hay que definirse más, un Jerez seco.
Sigamos por el primer plato. Yo sugiero volver a los orígenes de la "socialización de la alta cocina". Recordemos, como comentábamos en uno de los post que hablaban de la historia de la gastronomía, que el punto de comienzo de la extensión de la alta cocina entre el pueblo fue la Revolución Francesa. Los aristócratas fueron ejecutados y los cocineros de los palacios, ya sin patrón, buscaron un un nuevo medio de vida poniendo casas de comidas, principalmente en las grandes ciudades, y empezando por Paris.
Pero algunos, viendo la que se avecinaba, decidieron partir unos años antes. Y evitar ese baño de sangre, que, en sus alardes revolucionarios, bien podía incluir en la lista de candidatos a la guillotina a los que durante años habían colaborado tan estrechamente con la aristocracia, aunque sólo fuera para preparar los menús y administrar la despensa.
Uno de ellos fue Lucien Olivier, que llegó en su emigración hasta Moscú. Alli abrió un restaurante que se haría muy famoso, al que llamó Hermitage. Y en este restaurante dio a conocer su "ensalada Olivier". La receta original era: patata, huevos, zanahoria, cangrejo, urogallo, todo ello cocido, aderezado con alcaparras, pepino, caviar ruso, y ligado todo con mayonesa. Aunque no tengamos todos estos ingredientes, pongamos los que podamos y tomemos este plato con el mismo vino blanco que el marisco.
Continuemos con un buen surtido de fiambres, entre los que debe estar, aunque sea en pequeña cantidad, el jamón y el lomo ibérico. Reguemos estos manjares con el mismo Jerez, que mantendremos bien frió. O con un buen tinto.Si el bolsillo anda escaso, un tinto joven, con sus toques frutales muy apreciables, fresco y fragante, es una buena elección.
Y como postre, y para limpiar el paladar y prepararlo para los destilados, una piña natural cortada en rodajas, espolvoreada con azúcar abundante y metida en la nevera unas horas antes.
Y empecemos los destilados con el Rey de los Cócteles: el daiquiri, cuya fórmula ya hemos dado en los post dedicados a coctelería. Y por favor, no digan nunca "mixología", barbarismo compuesto por el verbo inglés "mix" (mezclar) y el término español de origen griego "logos" (referente a la técnica de, tratado de..). Coctelería es uno de los pocos términos usados en la técnica del servicio de bebidas de origen francés, pues en esta especialidad de las bebidas, casi toda la terminología está en inglés, ya que son los anglosajones los grandes maestros en el arte de elaborar y mezclar destilados, mientras que la terminología de la alta cocina está casi toda en francés, pues fue creada por los franceses, que fueron los pioneros de la alta cocina internacional.
No hay comentarios:
Publicar un comentario