Ya se adivina la primavera, y en los viñedos se empiezan a ver los primeros brotes. Tras la época de reposo de la vid, las cepas comienzan a dar generosamente sus granos, y estos madurarán a lo largo de la primavera y el verano, si el sol es abundante y las nubes escasas. Se espera un verano cálido y seco, como los de las grandes cosechas. Al final del mismo, las uvas serán vendimiadas, racimo a racimo, por manos cuidadosas, que las conducirán en cestos a la mesa de selección. y de ahí, al lagar, donde serán estrujadas. El mosto será fermentado y filtrado, y el vino se dejará reposar en los barriles, en el silencio de la bodega, hasta que sea el momento de trasegarlo y embotellarlo.
Los naranjos empiezan a florecer en Sevilla, que nos llama silenciosamente, con sus colores, con su belleza, con su encanto. El aroma de la flor de azahar impregnará toda la ciudad, y los cuarenta mil naranjos ofrecerán pequeñas y bellas flores blancas. que nos dirán que el sol ya está aquí.
Sevilla se alza, soberbia y antigua, en la lejanía. Sevilla, hoy capital mundial de la primavera, nos llama en un susurro, que solo el oído fino captará, y nosotros acudiremos a su llamada y de algún modo, no volveremos jamás. Sevilla, y no Roma, es la ciudad eterna. Sevilla esta allí y nosotros aquí, pero pronto nos reuniremos. Y nos contaremos muchas cosas.
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