martes, 6 de junio de 2017

DOS SEMANAS

Dos semanas. Eso es lo que falta para que el verano haga su aparición.

Los diversos colectivos que integran nuestra sociedad hacen ya sus planes.Los ricos ya han finiquitado el primer semestre, arreglado cuentas con Hacienda, por el momento,y ya han dado orden a la gente que trabaja en su yate de que llenen los tanques de gas-oil, provean la despensa y lo tengan todo listo para zarpar en cualquier momento.


Los amigos ya están avisados de la invitación al crucero. Y de que el patrón quiere ganarse a ese tipo de cuya invitacion ya teienen noticia, ése que le puede firmar ese gran contrato, tras el cual lleva ya tiempo. Ése al que va a agasajar a bordo, haciendo gala de una buena solvencia económica y de una gran generosidad.



Y los que esperan en tierra, tambien están avisados de la fecha de llegada del barco a ese precioso punto del litoral español, asi como el personal de servicio de la casa de verano. Esa casa caleada en blanco con sus muros tomados por las buganvillas.


Las clases medias también preparan su veraneo, y ya se han apuntado a ese campeonato de tenis o de paddle, y han reservado mesa en un restaurante donde están seguros, no de que van a comer muy bien, sino de que los van a ver. Y tomarán unos mejillones y mucho pan, y cerveza (¿que es eso del vino?) y diran en su pequeño club que se han dado una gran mariscada en Casa Pepe.


Se pondrán esa camisa o esos pantalones comprados en enero a precio de risa, para lucir en agosto diciendo, "me gustó y me lo compré, solo fueron ciento veinte euros". No será el vaquero o la camisa mejor diseñada, pero si llevará una marca muy conocida. Ya se sabe, "si quieres conocer a Juanillo, dale un durillo".

No se moverá de su ciudad ,y acudira regularmente a ese pequeño club, su fórmula perfecta para tener un veraneo económico, y hacerse el rico sin tener un duro. Pero como cotillear no cuesta dinero, pondrá verdes a todos sus consocios, ceremonia de la cual participará activamente su mujercita. Pasaran los meses estivales detestándose disimuladamente unos a otros, y no dejarán de despellejarse hasta que acabe el verano, que eso es barato.


Los pobres, esos que empiezan el mes sabiendo que para ellos el mes solo tiene tres semanas, pues la cuarta es un ejercicio de supervivencia, en condiciones más que precarias, se han llamado unos a otros efusivamente, y han hecho un fondo común para hacer una gran paella con marisco, y muchos, muchos litros de sangría bien fresca.Y han quedado a la una en la gasolinera que está a la salida de ese precioso pueblecito del litoral español, para darse un abrazo y comprar el hielo.