Bodegas Rosell fue abierta en el número 14 de la madrileña calle General Lacy, en 1920, por Manuel Rosell. En un principio, fue un establecimiento con despacho de vinos y taberna..En este lugar se guardaba el vino y se vendía para llevarlo a casa, o para tomárselo allí mismo. Y, posteriormente, se comenzó a dar comidas, con lo cual ya pasó a ser una casa de comidas.
Definamos bien estos conceptos.Un despacho de vinos es aquel local en que únicamente se almacena y vende el vino para llevárselo.Si el vino se guarda contenido en barriles, se le considera bodega. pues se estima que se está envejeciendo en vino o, al menos conservándolo en las condiciones adecuadas. Si a esto le sumamos que se sirve el vino para consumir en ese lugar, será ya una taberna.
Pero si solamente se guarda el vino para venderlo y ser consumido en otro lugar, será solo un despacho de vinos, y si el vino se cría o al menos se guarda en barriles, se puede considerar una bodega.Esta modalidad era muy frecuente en el Sur de España, cuando las bodegas productoras no eran capaces de envejecer todo el vino que se producía y contrataban con almacenistas que disponían de amplias superficies, la guarda y cría de vinos para su correcto envejecimiento, en las condiciones adecuadas de temperatura, humedad y luz. De ahí los célebres almacenistas gaditanos, que en ocasiones llegaban a darle un plus de garantía de calidad a los vinos que envejecían, etiquetándolos con el distintivo "almacenista"s eguido de su nombre, como, por ejemplo, los vinos de la gama "Almacenista" de las bodegas Lustau.
En Madrid no era ésta la práctica habitual, sino que se usaban bodegas (almacenes) con el único fin de guardar y vender el vino (o aguardientes), funcionando de algún modo como distribuidores. O bien era el propio bodeguero el que compraba el vino a las empresas elaboradoras para su posterior venta, siendo ésta una práctica muy habitual.
En el caso de los almacenistas andaluces, los establecimientos de este tipo guardaban el vino en botas y lo criaban en óptimas condiciones, y aunque la finalidad de ello era la cría y envejecimiento del vino, en algunos establecimientos se servía vino ( y también aguardientes) para ser tomado allí, siendo verdaderos templos de degustación del vino, donde se podía disfrutar del vino como en ningún otro lugar.
Después de ser durante largo tiempo bodega con despacho de vinos y taberna (ahora ya con los conceptos bien definidos), Bodegas Rosell comenzó a dar comidas en su interior, siendo ya, además de lo anterior, casa de comidas. En la actualidad, Eva y Manuel Rosell, hijos del fundador, quienes gobiernan el local. que mantiene todas las señas de identidad de taberna centenaria (aunque para ello le faltan 5 años), como son la barra de estaño, altos techos sustentados por columnas de forja, paredes revestidas de azulejos y fachada con carpinterías de madera ( aunque en esta ocasión no están pintadas en el tradicional rojo de las tabernas madrileñas, sino en azul) y revestida con azulejos.
Estos merecen una mención aparte, pues están realizados nada menos que por Alfonso Romero, famosísimo ceramista sevillano, con taller y horno en el número 9 de la madrileña calle Rollo. Romero es autor, entre otros muchos en la capital, de trabajos de azulejería que son una auténtica obra de arte, como los tablaos Villa Rosa, en la Plaza de Santa Ana, y Los Gabrieles, en la calle Echegaray, además de la bodega Los Romero, en esta misma calle; el interior de la taberna La Alhambra, en la calle de la Cruz; y toda la azulejería de la Plaza de Las Ventas.
En Bodegas Rosell es preceptivo tomar el vermut de grifo, unas cañitas bien tiradas o un vino de Valdepeñas, o de cualquier otra región vinícola, elegido cuidadosamante por el bodeguero.Si nos quedamos en barra,o en las pequeñas mesas de este recinto, podemos tomar unos extraordinarios quesos puros de oveja o de cabra, fiambres ibéricos de primera, croquetitas caseras o choricitos al vino.
Si pasamos al comedor, podemos degustar un exquisito bacalao Rosell, un excelente carpaccio de solomillo de ternera,o unos fantásticos callos a la madrileña, entre sus espacialidades. Entre los postres (todos a 4 euros) es de destacar la lecha frita casera. Todo auténtico, excelente y en un precio muy ajustado. Nada que ver con esos esperpentos minimalistas donde uno sale casi como entró, pero sin una buena cantidad de dinero, sin saber qué ha comido o incluso si ha comido.
BODEGAS ROSELL
C/ General Lacy, 14
914 678 458
De 12:00 a 16:00 y de 19:00 a 24:00
Cerrado Domingos por la tarde, Lunes y Agosto
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